Por: Alejandro Glade R.
Indiscutiblemente como siempre suele ocurrir en todas las guerras, Alemania en su época de gloriosos triunfos en los que se apoderó de las naciones que pisaban las botas de sus soldados, se hizo dueña y señora de cuanto caía en su poder.
El botín de la victoria suele ser
abundante y los triunfadores entran con
su saco en los países que conquistan o dominan. Esta es una constante común en
todas las épocas porque desde siempre la
ley del más fuerte impone sus condiciones sobre el vencido y no reconoce
derecho alguno al que queda sometido.
Los tesoros de todas las naciones
han estado siempre en movimiento a través de las épocas, agitadas siempre por
las continuadas guerras que se han abatido sobre las gentes de la tierra, bajo
banderas de uno u otro signo. Por tanto, cuando Alemania extendía sus poderosos
tentáculos apresaba cuanto encontraba a su paso y muchas obras de arte, ejecutadas
por maestros de la pintura, escultura y de la orfebrería fueron trasladadas con
toda clase de cuidados a la capital del III Reich.
El mismo Goering era poseedor de
una pinacoteca en la que se encontraban lienzos de los más grandes
maestros, y que procedían del botín y
del saqueo de museos de los países ocupados. Riquezas procedentes de todas partes
de la Europa en llamas, entraban como un inagotable torrente en la Alemania
hitleriana victoriosa por aquel entonces.
Pero cuando sobrevino la derrota,
todo cuanto se había reunido como saqueo artístico, ¿Qué se hizo? ¿Adónde
fueron a parar las obras de arte que no fueron destruidas por los bombardeos,
cuando los rusos se apoderaron de Berlín? Posiblemente muchas de aquellas obras
inmortales ya habían sido escondidas con antelación al grave peligro que
amenazaba a Alemania por la inevitable
derrota. Fabulosas cantidades de cuadros, esculturas, objetos preciosos,
debidamente embalados, fueron conducidos a lugares secretos y escondidos. Las
operaciones se realizaron con detenido planeamiento anterior, determinándose
que aquellos que participaron en las últimas fases de tales operaciones jamás
pudieron decir el lugar donde las obras, que eran patrimonio nacional y orgullo
de la humanidad, pudieran revelar el secreto que quedaba reducido a un número
muy limitado de personas de total confianza. Aun siendo así, después de la
derrota muchos de aquellos tesoros quedaron definitivamente ignorados en su
emplazamiento, sin que hasta la fecha se haya sabido jamás nada de su último
destino.
Magriff.
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